¿Dónde comienzan los dioses?
¿Amanecieron ellos antes que el lenguaje? ¿O son, sin desmedro de su existencia, la suprema construcción de la palabra humana?
De norte a sur, en Mérec, los arayés conocieron a ciertos dioses pequeños y coloridos que gustaban decorarse con plumas de loro, usar collares y argollas en las orejas. Y bailar de forma preciosa.
Los Japiripé, tan numerosos como las abejas.
Los Japiripé, sentados sobre sus propias lenguas, hacían ademanes exagerados. Los pequeños dioses estaban furiosos, increpaban y maldecían: dañinos, inservibles, carne agria, riñones sin alma… ¡Culones!
Después de cada insulto, se alzaba un griterío de repudio contra el pueblo humano.
—Tienen una piel para amarse, y ellos la usan para quedarse solos.
Los Japiripé se estiraron la boca para gritar.
—Les dimos sonrisas, porque las sonrisas son portales. Y ellos las usan para fingir alegría.
—Les dimos la música como pensamiento, y a ellos solo se les ocurrió mover sus grandes culos.
No era por capricho o aburrimiento que los pequeños dioses lamentaban estos asuntos. Más bien trataban de determinar si era adecuado volver a hacerse presente en las aldeas como está presente un familiar, como llega un primo de visita, como habla un hermano; cosa que había dejado de suceder hacía ya mucho tiempo.
Un Japiripé se lanzó desde la copa de un árbol hasta una rama baja.
—Si les hablas de modo que te entiendan, los culones creerán que eres igual a ellos. Y si eres igual a ellos, ¿por qué serías grandioso?
- Fragmento del prefacio de "El Elegido en su Soledad. Tiempo de Dragones 2" -
Fuente:
De norte a sur, en Mérec, los arayés conocieron a ciertos dioses pequeños y coloridos que gustaban decorarse con plumas de loro, usar collares y argollas en las orejas. Y bailar de forma preciosa.
Los Japiripé, tan numerosos como las abejas.
Los Japiripé, sentados sobre sus propias lenguas, hacían ademanes exagerados. Los pequeños dioses estaban furiosos, increpaban y maldecían: dañinos, inservibles, carne agria, riñones sin alma… ¡Culones!
Después de cada insulto, se alzaba un griterío de repudio contra el pueblo humano.
—Tienen una piel para amarse, y ellos la usan para quedarse solos.
Los Japiripé se estiraron la boca para gritar.
—Les dimos sonrisas, porque las sonrisas son portales. Y ellos las usan para fingir alegría.
—Les dimos la música como pensamiento, y a ellos solo se les ocurrió mover sus grandes culos.
No era por capricho o aburrimiento que los pequeños dioses lamentaban estos asuntos. Más bien trataban de determinar si era adecuado volver a hacerse presente en las aldeas como está presente un familiar, como llega un primo de visita, como habla un hermano; cosa que había dejado de suceder hacía ya mucho tiempo.
Un Japiripé se lanzó desde la copa de un árbol hasta una rama baja.
—Si les hablas de modo que te entiendan, los culones creerán que eres igual a ellos. Y si eres igual a ellos, ¿por qué serías grandioso?
- Fragmento del prefacio de "El Elegido en su Soledad. Tiempo de Dragones 2" -
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